El uso de la tecnología médica puede ser:
I. Apropiado
El método más común para analizar el grado de uso apropiado de la
tecnología es el llamado "método de uso apropiado". El método, basado
en la síntesis de la evidencia científica y en opiniones de expertos, consiste
en establecer en qué circunstancias clínicas específicas, la aplicación de una
tecnología puede ser apropiada.
II. Inapropiado
Se han identificado cinco razones que ayudan a comprender por qué, en
algunas circunstancias, el uso de la tecnología puede ser inapropiado:
a) Si es
innecesario, es decir, que el objetivo deseado puede obtenerse con medios más
sencillos.
b) Si es inútil, porque el paciente está en una situación demasiado avanzada para responder al tratamiento.
c) Si es inseguro, porque sus complicaciones sobrepasan el probable beneficio.
d) Si es inclemente, porque la calidad de vida ofrecida no es lo suficientemente buena como para justificar la intervención.
e) Si es insensato, porque consume recursos de otras actividades que podrían ser más beneficiosas.
b) Si es inútil, porque el paciente está en una situación demasiado avanzada para responder al tratamiento.
c) Si es inseguro, porque sus complicaciones sobrepasan el probable beneficio.
d) Si es inclemente, porque la calidad de vida ofrecida no es lo suficientemente buena como para justificar la intervención.
e) Si es insensato, porque consume recursos de otras actividades que podrían ser más beneficiosas.
Los resultados de la aplicación de la tecnología médica pueden
expresarse en 5 términos diferentes:
- Eficacia.
Es el efecto producido en la variable a evaluar cuando la intervención
se es aplica en condiciones experimentales o ideales. Las unidades de la
eficacia pueden ser: milímetros de mercurio (mm Hg.), litros por segundo (l/s),
etc.
- Efectividad.
Es el resultado obtenido cuando el procedimiento se aplica en condiciones
habituales, por la generosidad del sistema, en la organización real, con los
medios disponibles, y sin seleccionar a los pacientes, es decir en la práctica
real día a día. La medida de efectividad, como en el caso de la eficacia, se
expresa en unidades como casos diagnosticados, vidas salvadas, años de vida
ganados, etcétera.
- Utilidad.
Es la calidad de vida que se oferta al paciente porque el verdadero
interés, cuando se aplica una tecnología, es el bienestar que va a obtener, es
decir, la calidad de vida que se gana y el tiempo que mantendrá esa calidad de
vida por el hecho de haberle aplicado dicha tecnología. Los análisis de
eficacia y efectividad no son capaces de evaluar la verdadera utilidad para el
paciente. Para ello, se han desarrollado instrumentos que miden el resultado en
dos dimensiones: la calidad de vida y su duración.
- Beneficio.
Los resultados obtenidos son los beneficios. Su limitación más
importante es la dificultad y, en muchas ocasiones, la imposibilidad de
traducir los resultados de una intervención en unidades monetarias.
- Excelencia.
Es la obtención de los mejores resultados con el mínimo de gastos
posibles para satisfacción, tanto del paciente como del personal de salud, al
realizar correctamente la tarea que corresponde y ahorrar recursos que puedan
emplearse en producir nuevos servicios.
La ética de la práctica médica se basa en seis principios: preservar la
vida, aliviar el sufrimiento, no hacer daño, decir la verdad al paciente,
respetar la autonomía y tratarlos con justicia. Estos principios pueden
reducirse a tres: beneficencia, autonomía y justicia.
Según el principio de la beneficencia -preservar la vida, aliviar el
sufrimiento y no hacer daño-, los beneficios para el paciente derivados de la
aplicación de una tecnología deben ser superiores a sus riesgos. La aplicación
de cualquier tecnología médica conlleva cierto riesgo para el paciente, pero si
los beneficios esperados son mayores que los probables riesgos entonces no
existe conflicto ético en el principio de la beneficencia.
El principio de la autonomía, que incluye los principios
hipocráticos: decir la verdad al paciente y respetar su autonomía- indica la
necesidad de informar adecuadamente al paciente y respetar su decisión en
cuanto a la aplicación de la tecnología. En algunas ocasiones, por ejemplo,
cuando el paciente tiene problemas de conciencia, el acto positivo de aceptar
la aplicación de un procedimiento puede no ser posible. En estos casos, debido
a que no es posible la "aceptación reflexiva", algunos autores
sugieren como criterio la decisión basada en el "no rechazo".
En el principio de justicia, se configura el binomio
eficiencia/equidad que, a nivel de la relación médico-paciente, significa que
intentar la eficiencia en un paciente concreto, puede comprometer el acceso de
otros pacientes a la misma tecnología. El médico, en su afán por aportar el
mejor y máximo cuidado a un paciente concreto, puede inadvertidamente
arrebatarle a otro paciente la posibilidad de recibir un cuidado que necesita. Aunque
en teoría, la figura clave en el principio de justicia es quien asigna los
recursos, la cantidad y el tipo de recursos aplicados a uno u otro paciente,
depende en gran parte del médico.
Como conclusión la tecnología no es ni buena ni mala. Es
neutra. Su uso debe ser racional y correcto. La ética aplicada a ella y al
enfermo es inmejorable antídoto contra el mal uso que se le da y conciencia
para impedir que la tecnología le gane la carrera al humanismo.
REFERENCIAS:
- http://tecnologianovedosa.wordpress.com/documentalla-tecnologia-en-la-medicina/
- http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/tecnologia-y-medicina
- http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol12_4_04/aci07404.htm
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