La sedación
paliativa es la disminución
deliberada del nivel de conciencia del enfermo mediante la
administración de los fármacos apropiados con el objetivo de evitar un sufrimiento
intenso causado por uno o más síntomas refractarios.
Puede ser continua o
intermitente y su profundidad se gradúa buscando la el nivel de sedación mínimo
que logre el alivio sintomático.
La sedación paliativa en la agonía es la sedación paliativa que se utiliza
cuando el enfermo se encuentra en sus últimos días u horas de vida para aliviar
un sufrimiento intenso. En esta situación la sedación es continua y tan
profunda como sea necesario para aliviar dicho sufrimiento.
La
sedación se ha de considerar actualmente como un tratamiento adecuado para
aquellos enfermos que son presa de sufrimientos intolerables y no han
respondido a los tratamientos adecuados.
La necesidad de sedar a un enfermo en
fase terminal obliga al médico a evaluar los tratamientos que hasta entonces ha
recibido el enfermo. No es aceptable la sedación ante síntomas difíciles de
controlar, cuando éstos no han demostrado su condición de refractarios.
La sedación no debe instaurarse para
aliviar la pena de los familiares o la carga laboral y la angustia de las
personas que lo atienden, ni como “eutanasia lenta” o “eutanasia encubierta”
(no autorizada por nuestro código profesional ni por las leyes actualmente vigentes).
Para evaluar, desde un contexto
ético-profesional, si está justificada la indicación de la sedación, es preciso
considerar los siguientes criterios:
1. La aplicación de sedación paliativa exige del médico, la comprobación
cierta y consolidada de las siguientes circunstancias:
a. Que existe un sufrimiento intenso
causado por síntomas refractarios.
b. Que el enfermo o, en su defecto la
familia, ha otorgado el adecuado consentimiento informado de la sedación
paliativa.
c. Que el enfermo ha tenido oportunidad
de satisfacer sus necesidades familiares, sociales y espirituales.
2. En el caso de la sedación en la agonía se requiere, además, que los datos
clínicos indiquen una situación de muerte inminente o muy próxima.
Si tuviera dudas de la citada
indicación, el médico responsable deberá solicitar el parecer de un colega
experimentado en el control de síntomas. Además el médico dejará constancia
razonada de esa conclusión en la historia clínica, especificando la naturaleza e
intensidad de los síntomas y las medidas que empleó para aliviarlos (fármacos,
dosis y recursos materiales y humanos utilizados) e informará de sus decisiones
a los otros miembros del equipo asistencial.
Es un deber deontológico abordar con
decisión la sedación en la agonía, incluso cuando de ese tratamiento se pudiera
derivar, como efecto secundario, una anticipación de la muerte.
El inicio de la sedación paliativa no
descarga al médico de su deber de continuidad de los cuidados. Aunque esta
sedación pueda durar más de lo previsto inicialmente, no pueden suspenderse los
cuidados básicos e higiénicos exigidos por la dignidad del moribundo, por el
cuidado y el aseo de su cuerpo.
Igualmente, es necesario transmitir a
la familia que el enfermo adecuadamente sedado no sufre.
EVALUACIÓN Y SEGUIMIENTO
Tras la iniciación de la sedación, las
recomendaciones se pueden agrupar en tres:
1.
Revisar periódicamente el nivel de
sedación según la Escala de Ramsay
Evaluación sistemática del nivel de sedación con la escala de Ramsay:
Nivel I Agitado, angustiado
Nivel II Tranquilo, orientado y colaborador
Nivel III Respuesta a estímulos verbales
Nivel IV Respuesta rápida a la presión glabelar o estímulos dolorosos
Nivel V Respuesta perezosa a la presión glabelar o estímulos dolorosos
Nivel VI No respuesta
2.
Evaluar y dejar constancia en la
historia clínica de la evolución: temperatura, secreciones, frecuencia respiratoria,
diámetro pupilar
3.
Evaluar constantemente el estado emocional de
la familia, dejando también constancia en la historia clínica. Proporcionar
siempre presencia, comprensión, disponibilidad y privacidad (habitación
individual).
REFERENCIAS:
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